Los satélites espaciales impiden el conocimiento a los astrónomos

  


La contaminación lumínica es una de las máximas preocupaciones por sus efectos en la observación del Universo, tanto para la astronomía profesional como para la no profesional y para el público en general, sobre todo ahora en verano.

Pero en los últimos años una gran interferencia, causada por las grandes constelaciones de satélites artificiales en órbita baja, no deja de aumentar.

Según los astrónomos reunidos en Granada por la Sociedad Española de Astronomía, esta concentración eclipsa y pone en riesgo la observación de las estrellas.

La megaconstelación Starlink pretende contar con 12.000 satélites en una primera fase, que podrían aumentar hasta 45.000 más adelante. Otros proyectos anunciados aspiran a colocar cantidades similares de aparatos en órbita.

Si se llegara a lanzar todo lo que se ha anunciado, podríamos llegar a tener más de 100.000 satélites en órbita terrestre baja en menos de 20 años. Un disparate.

Este exceso de artefactos en órbita baja terrestre no sólo altera el paisaje nocturno, sino que dificulta la observación astronómica a diversos niveles. Más allá de la observación óptica, las megaconstelaciones de satélites también tienen un gran efecto sobre la radioastronomía.

Además, hay que tener en cuenta los gases y aerosoles que se vierten a la atmósfera en el lanzamiento y reentrada de estas decenas de miles de satélites. Esas basuras espaciales, satélites y artefactos deben ser considerados peligrosos para la salud y la seguridad de toda la humanidad.

Por todo ello, la comunidad científica astronómica reclama una regulación internacional multilateral y la colaboración entre los diversos actores implicados en este problema (astronomía, industria aeroespacial, agencias espaciales, ciencia ambiental, política espacial) para conseguir preservar el cielo, tanto de día como de noche, para su disfrute y estudio científico. 

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El sector espacial se desarrolla y multiplica sus beneficios. Ahora mismo operan 11.700 satélites y se esperan 50.000 en la década de 2030.

Ciertamente, hay tratados internacionales (Tratado del Espacio Exterior, 1967) y otros más recientes también firmados por muchos países (Acuerdos Artemis, sólo para la Luna), pero se multiplican las leyes de diferentes Estados con intereses en el espacio: Estados Unidos, China, Luxemburgo, Francia, Italia, Suecia Dinamarca, Alemania, España.

La comisión europea ha presentado (25 de junio de 2025) una propuesta de ley espacial de la Unión Europea, que se espera aplicar a partir de 2030 para garantizar la seguridad estratégica de Europa desde el espacio. Los funcionarios de la comisión indicaron que esta ley deberán acatarla todas las empresas que operen y presten sus servicios en la Unión Europea, tanto los que crean, lanzan y operan satélites o lanzadores al espacio, como Starlink, como las compañías, como Google, que utilizan los datos que se recogen allí.

Las normativas estatales tendrán que adaptarse sobre todo en la sostenibilidad espacial, que será exigente. En la actualidad existen 140 millones de desechos espaciales. De hecho hay partes de cohetes no reutilizables que se desechan durante los lanzamientos y hay satélites que quedan en desuso y flotan a la deriva en la órbita terrestre durante décadas, como ocurre con mucha de la basura espacial. El riesgo de colisión es evidente, por lo que es necesario regular ese caótico ecosistema. Europa aquí quiere ser referente. Además de atender a la basura espacial, la nueva normativa propondrá reglas sobre el ciclo de vida de las misiones y establecerá un procedimiento para informar sobre incidentes, como la caída descontrolada de basura espacial. También se va a instaurar un método para calcular la huella ecológica de las actividades espaciales. Andrius Kubilius, comisario de la Unión Europea para la defensa y el espacio, aseguró que estas normas igualarán a todos los actores espaciales los cuales podrán tener asistencia técnica y asesoramiento.


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